martes, 3 de marzo de 2009

La infoética en la sociedad del saber, del estatuto de la identidad a la gestión de competencia

La infoética comienza a afectar a cada uno de nosotros en la medida en que nuestra identidad sobre las redes conoce no las amenazas sobre las que algunos trabajos han podido poner el acento lleno de fantasmas, sino porque nuestra identidad cambia de estatuto de manera casi paradigmática. Y esto mientras que se desarrollan en nuestros espacios públicos ecosistemas de conocimiento, de entornos inteligentes y de prácticas donde la web3.0 no será solamente, lo veremos, una cuestión de márquetin.
Solo retendremos aquí un ejemplo: la gestión de la información personal. El portal Myspace ha abierto a los otros portales sus contenidos sociales (Facebook, Yahoo, Ebay Photobucket…), las informaciones personales de sus ciento diez millones de perfiles activos con sus videos, fotos o entradas de blog. El proyecto de MySpace, Microsoft et Google a propósito de este tema se titula precisamente «identidad abierta», según el cual los internautas podrían utilizar el mismo nombre de usuario, perfil personal y contraseña en gran número de webs:cualquier navegante podría tener una macro cuenta desde la que administrar sus perfiles en sitios web como MySpace, Flickr, YouTube o Blogger. La gestión de nuestra identidad y así pues de nuestra información personal o personalidad desmultiplica de manera considerable su impacto, de ahí el lugar cada vez más esencial de una verdadera ética en la difusión de nuestras informaciones y de nuestros saberes.
La primera condición de un entorno infoetico, su garantía mas importante, será la evidencia, primero y ante todo, la competencia y su gestión.

Un artículo en Newsweek del 6 de marzo de 2008 ha retenido la atención de numerosos blogueros que, como hace el suizo Jean Philippe Accart, lo comentan ampliamente. ¿De qué se trata? La Web pertenece a los internautas: la Web 2.0 que ponía de relieve una apropiación de las redes por los internautas engendra también - lo vemos todos los días cada vez más - rumores, errores, fraudes..: la cuestión de la validación, y en consecuencia de la ética de la información, es ahora cada vez más central que antes.

La demanda de contratación de profesionales que editan y validan los contenidos sobre la web con el fin de evitar la «malinfo» es creciente, señala en efecto Newsweek. Nosotros ya habíamos recordado en nuestras intervenciones anteriores que Google experimentaba desde diciembre, bajo la autoridad de la universidad de Standford, Knol, y que sobretodo el antiguo presidente de d'Harvard, Larry Summers colgaba en BigThink intervenciones de intelectuales o de personalidades que tenían como mérito ser reconocidas por su saber. Según L. Summers, " existe una verdadera demanda para que una parte de la Web sea validada por expertos de la información".
Hoy en día, el sitio About.com ve su popularidad crecer del 80% desde 2005, un sitio donde un cierto número de expertos de todos los campos validan los sitios registrados en la base de datos del motor
Llego pues el tiempo la «Web 3.0» señala la editorial, ello no significa sin embargo la desaparición del concepto de red social que continua presente, sino que cada uno debe reconocer sus límites como lo señala estos últimos días la encuesta de la BBC sobre Face Book. De ahí la cuestión que se plantean muchos: ¿la «Web 3.0 » constituye de alguna manera la revancha de los expertos? O más sencillamente una etapa indispensable para la economía del saber a la cual se dedica este blog
Entre las múltiples mutaciones que vivimos hoy en día, figuran las de los paradigmas y conceptos sobre los que reposan un buen número de nuestras reflexiones, ver nuestras actitudes. A menudo sin tomar conciencia, resemantizamos el mundo.
En efecto, la sociedad del conocimiento que está emergiendo actualmente va a cambiar muchas de las miradas puestas sobre nuestras vidas. La percepción ética es una de ellas, comenzando por lo que somos los unos para los otros.
Leemos así de otra manera y con otras luces los textos que son los grandes referentes de nuestra cultura. Todo el campo de la competencia y de la excelencia no rima automáticamente con desigualdad, sino todo lo contrario, a partir del momento en el que el saber – y su estructuración en conocimientos- es accesibles del hecho mismo notablemente de la práctica de una ética adecuada
Otro término asusta a nuestras esferas retóricas y semánticas: el de la “emergencia”. He aquí en efecto un término que hemos maltratado hasta utilizarlo a las antípodas de lo que debe decirnos. Una tecnología o un uso emergente, no releva en efecto en nada de una aparición súbita: están al contrario fundamentalmente ligados a todo lo preexistente, a todos los antecedentes, a nuestras raíces pues, a nuestras propias identidades.
Por lo que se refiere a la economía del saber propiamente dicha, ésta hace caducas nuestras viejas mecánicas de refunfuños en la ignorancia. No se trata, señores, de multiplicar las críticas fáciles, sino de aprender, de dominar los conocimientos y sobretodo de compartirlos. La elaboración de programas de ciudades y territorios del conocimiento y la escritura de mapas territoriales del saber descubren claramente lo que serán los retos y lo que está en juego en la programación del futuro.
Una economía del saber percibida en sus primeros albores, una emergencia de usos y de tecnologías comprendidas a través de su herencia y su genealogía, nuevas percepciones – ver estrategias – de una ética releída y revisitada en la materia, eso es lo que forma el tríptico colocado en el corazón de mi intervención en apertura del coloquio.
La presente intervención entiende presentarles una respuesta al informe de la Unesco dedicado a la ética y a las nuevas tecnologías (1). La primera frase de este informe justifica en efecto la andadura que les propongo aquí: «es esencial adherir a claras líneas directrices en materia de ética para construir sociedades del conocimiento verdaderamente inclusivas».
Abdul Waheed Khan, subdirector general de comunicación y de información de la organización – a quien debemos esta afirmación – añade en seguida: «Los que deciden, los conceptores de la comunidad científica y los utilizadores se encuentran frente una difícil responsabilidad tratándose de la evolución de la tecnología y de su impacto sobre la orientación futura de las sociedades del saber».
Su primer aporte es en efecto a menudo olvidado, a saber las modalidades de interacción fundamentalmente nuevas - cognitivas notablemente, claro está, pero no solamente - entre los individuos. Lo que llamamos así «infoética» constituye pues claramente uno de los desafíos mayores de la sociedad del conocimiento del mañana. Pero las cosas no son tan sencillas…
Si nadie duda que tal formulación no aparece fundamentalmente consensual, rápidamente van a aparecer en los escritos recientes sobre el tema mascaradas, artificios poco agradables.
Uno de los mejores ejemplos reside en la cantidad de absurdos vehiculados a este respecto por el concepto de identidad digital que reivindica a menudo primero un deseo de anonimato de los utilizadores de la red. Esta es probablemente la gran estafa o timo intelectual de la presencia de cada uno de entre nosotros sobre la red en la que lo esencial de los servicios –todos lo sabemos- reposa sobre las interacciones entre los mundos reales y virtuales. En efecto, Como desarrollar servicios diariamente- sobre todo en situación de movilidad - pretendiendo camuflar los actos y los propósitos de los actores sobre internet que somos todos! La infoética aparecerá en efecto como una manera de ocultar verdades… ¿Debemos a partir de ese momento tender a comportamientos éticos?
Así mismo, cómo pretender hablar de compartir saberes y conocimientos si no hacemos más que reclamar los tan dichosos derechos de la propiedad intelectual que datan ahora ya del siglo XVIII y que las redes han trasformado en algo completamente obsoleto: ¡ahí de golpe, los mismos que reclaman ese anonimato, ¡en este punto ya no lo reivindican!
Nuestra identidad digital del mañana, debemos pensarla al contrario abierta a lo que decimos, a lo que hacemos, a lo que pensamos, a lo que escribimos, esperando precisamente conferir un complemento de vida a nuestras convicciones poniéndolo a disposición de todos. ¿Qué enriquecimiento personal obtendremos si en los saberes que colgamos en línea nos ponemos a edificar murallas alrededor de nuestros ecosistemas de pensamiento? ¡La única consecuencia será claramente la de contribuir ampliamente –más allá de las fracturas digitales- a una verdadera desmultiplicación de las fracturas cognitivas!
Sobre todos esos temas, será necesario – tal vez comencemos este trabajo en el marco de este mismo coloquio – completamente reescribir, repensar, conferir otra lógica a esas contradicciones que escuchamos todos alrededor nuestro, solamente entonces podremos osar hablar de ética…
El estudio de la Unesco aborda cierto número de campos etnológicos, nos cantonaremos aquí a seguir la evocación de algunos de ellos.
Lo que se dice sobre la web semántica se revela eminentemente emblemático. Cada uno de ustedes sabe en efecto que para que la web sea enteramente navegable, es necesario los metadatos – datos sobre los datos - interoperables para hacer más visibles los contenidos en la red y permitir a los terminales de transformarse en otros tantos agentes inteligentes y permitir la identificación, la localización y la utilización de contenidos existentes. Nuestros falsos sacerdotes de la ética están al acecho y éste es el resultado: “las etiquetas lisibles por la máquina del web semántico podrían discriminar contenidos”. ¡Hacia tiempo que la palabra no había sido pronunciada!
Mejor todavía: «¡dando a los usuarios la capacidad de no acceder más que a los contenidos que deseen, el web semántico podría ser perjudicial al discurso público!». Los fanfarrones de la libertad en todo tienen miedo precisamente que cada cual pueda recibir sólo los contenidos que desea elegir en toda libertad… Dejándoles marginalizados en sus fantasmas retóricos, escuchémosles todavía un poco: «la completa participación a la sociedad EXIGE un fórum en el que una persona pueda hacer entender su voz (la suya claro), pero la web semántica y otras tecnologías permiten a los demás usuarios customizar enteramente sus experiencias y sólo recibir los contenidos que piden explícitamente».
¿Evitar que cada uno pueda elegir libremente sus contenidos, será pues eso la práctica de la ética…:? “la web semántica permite al utilizador final aislarse y destruir así directamente el fórum… el salvamiento de los derechos humanos puede OBLIGAR a programar los ordenadores para que sitúen los datos personales sobre un plan más elevado” chic, ¿Cuál y hasta dónde?
La misma preocupación, una vez más – casi inquietante –, del anonimato que caracteriza la evocación de las cuestiones éticas en lo que se refiere a la radio-identificación y la radio-etiqueta que permiten trasmitir los datos suplementarios sobre un objeto determinado y así pues su trazabilidad. Pero he aquí que: para algunos, la práctica de ciertos centros de comercio al detalle consiste a obligar a sus empleados a llevar radio-etiquetas que podrían atacar a la dignidad humana…!
Hemos comprendido pues: según algunos, el anonimato y el secreto serían pues escandalosamente colocados en el corazón de la ética. Todo ello claro está, mientras la economía digital nos enseña a constatar algo bien diferente, a saber la cultura casi obsesional de la no transparencia, y esto con dos consecuencias de mayor importancia: la primera es que se nos esconde los nombres de los interlocutores potenciales y todo medio de tener acceso a él, dejando notablemente las cuestiones como el descontento, la incompetencia sobre los centros de llamadas por ejemplo o ciertos proveedores de acceso, que son hoy en día la antítesis absoluta de la sociedad del conocimiento. La segunda más genérica reside en el antagonismo mismo entre esta falta de trasparencia y los mecanismos de innovación, como lo han mostrado notablemente los análisis escandinavos.
Por lo que se refiere a los captores donde el elemento detector interacciona con el entorno y genera una repuesta, mientras que el transductor convierte luego esta respuesta en un elemento cuantificable que es posible interpretar, el estudio de la UNESCO muestra cuánto el servicio proporcionado y los datos colectados pueden dar materia a preocupación en términos de ética: por ejemplo, «captores de tipo de los que sirven a vigilar un incendio en el bosque podrían ser empleados furtivamente del otro lado de un muro para intentar determinar las actividades de una persona según el calor que despide… Incluso si los datos obtenidos con fines ostensiblemente buenos pueden revelarse nefastos si son utilizados de una manera que afecta los derechos humanos. Ello sería el caso por ejemplo si los captores fueran utilizados para detectar la presencia de enfermedades infecciosas, y si los datos sirvieran para establecer una zona de cuarentena creando así,dice, una discriminación contra un grupo de población a causa de su cuerpo».
Será pues necesario examinar a la luz de los objetivos de la infoética lo que será esencial de nuestros entornos del mañana y los servicios que le serán afectados. Las informaciones que una persona considere tradicionalmente como formando parte de su campo privado pueden desde ahora ser observados por captores, tal vez sin que ella tenga ninguna idea de su existencia o de su presencia. Los captores plantearían pues cuestiones de infoética en lo que se refiere al campo público y el acceso a la información: «Hay ambigüedades referentes al hecho de compartir las buenaventuras que proporcionan los datos de los captores - precisamente, la cuestión es de saber si existen derechos exclusivos sobre los datos de los captores relativos a los espacios públicos, o saber si todos los datos pertenecen al dominio público y están a la disposición de todos».
Estos ejemplos muestran las exageraciones a las que podemos llegar, incluso si sobre en esta cuestión aparecen en efecto comprensibles. Todo ello muestra bien que es menos evidente, no obstante, en lo que se refiere a la Web geoespacial y los servicios geolocalizados sobre los que nosotros trabajamos particularmente. La relación recuerda fuertemente y oportunamente el marco de utilización (2). Curiosamente, mientras que cada uno puede imaginar los posibles miedos que podría proceder de una localización demasiado fácil de individuos – imaginamos el argumento, «la localización puede pues llegar a ser una discriminación dado que este conocimiento podría conducir a perseguir insistentemente los interesados» -, mientras que en realidad resulta ser todo lo contrario como lo demuestran los análisis estudiados: así, permitiendo por ejemplo a una persona identificarse y ser localizada fácilmente de otras personas que pertenezcan a su red social, estos servicios ofrecerían crecientes posibilidades de interacción social… y ayudarían así a una persona a ejercer su derecho de asociación!
Mas allá, siempre nos encontramos con los mismos temores, a través sobretodo de una cuestión: «¿quién debería tener conocimiento del lugar dónde se encuentra una persona? Aquí de nuevo, podría ser necesario programar las máquinas con el fin de que traten los datos personales con el máximo de precaución». Aquí de nuevo, el informe evoca un potencial «coste elevado sobre el plan ético».
En lo que se refiere las redes malladas, sabemos que su funcionamiento reposa sobre el hecho de que los aparatos detectan su presencia mutua y negocian los unos con los otros la puesta a punto de una red para trasmitir las comunicaciones.
Sin embargo, reduciendo la necesidad de recurrir a los proveedores de servicios internet en la conectividad local, estas redes malladas pueden concentrar el poder entre las manos de los proveedores de servicios Internet que proveen los nudos relativamente poco numerosos que conectan a Internet y los proveedores cada vez más están en medida de filtrar los contenidos y de explotar la situación para servir sus propios intereses. Un posible temor, porqué no, ¿pero es verdaderamente eso lo esencial de la infoética?
En cuanto a la informática en rejilla - la puesta en común pues del potencial de cálculo de los ordenadores, podría ser, ella también a los ojos de algunos, objeto de vigilancia a gran escala; y amenazaría la vida privada y otras libertades.
Palabras utilizadas de manera bien curiosa, ver como concepto maltratado o incluso como objeto de engaño argumentaría, la ética es hoy en día una nueva frontera, nuestra nueva frontera. Su fuerza, no somos conscientes, reside en que nos lleva a revisitar nuestros ecosistemas personales y nuestros horizontes de pensamiento. Las tecnologías de la información y del conocimiento nos acompañan en efecto hoy en día en una profunda relectura del tiempo y del espacio, con todas las exigencias de rigor ético que ello supone: un justo equilibrio entre el espacio virtual y el real, una honestidad sin falla, sobretodo, en relación tanto a nuestro pasado y a nuestra identidad como en la relación a la del otro.
No es pues de extrañar que algunos vayan hasta evocar la necesidad de una verdadera vigilancia participativa, como lo ha señalado recientemente uno de los blogs de la Silicon Valley. (3)
“Obsesionados por Big Brother, solemos pensar sólo en los peligros de la vigilancia que viene de arriba y olvidamos que además de Big Brother, este estado todo poderoso que sabe todo lo que hacemos”, pero lo realmente peligroso es lo que procede del “imaginario global”. En efecto, merced a las propiedades de la red participativa, la multiplicación de los teléfonos celulares con cámaras y la posibilidad de divulgar para una audiencia potencialmente mundial cualquier información permite que los ciudadanos vigilen y se mantengan informados e informar a la red de las acciones y los acontecimientos de “interés para el grupo”: los blogueros vigilan los errores de los medios de comunicación masiva, o las mentiras de los políticos. Los ciudadanos registran abusos de autoridad: en la web, el sitio Witness.org permite a cualquiera publicar testimonios de violaciones a los derechos humanos. El Cambridge Mobile Urgan Sensing Project (CamMobSens) permite recopilar datos sobre contaminación atmosférica y Anders Albrechtslund propone ahora la noción de “vigilancia participativa” (participatory surveillance) para desarrollar los aspectos sociales de la vigilancia y estima “necesario retar la concepción jerárquica de la vigilancia”. Es más la práctica de las redes sociales “puede ser vista como una forma de empoderamiento (empowering)” en la medida en que permite una manera de establecer relaciones y construir identidades. El exhibicionismo forma parte del espectáculo puesto que conlleva compartir elementos de la propia vida personal. En las redes sociales perdemos la noción de lo que decimos y a quien y nos colocamos en una situación de vulnerabilidad y al mismo tiempo corremos el riesgo de propagar falsa información que será leída de una manera global por las Red mundial.
¿Quien controlará ésta contra el abuso de poder de difundir y compartir mentiras y contra verdades que comportan perjuicio a nivel mundial a modestas personas que no tendrán la posibilidad de defenderse de tales prácticas?
¿Todo ello no muestra que la infoética es la condición primera de la edificación de una sociedad basada sobre una economía del saber?
Notas:
1 Tomamos en cuenta la versión francesa de este informe que está fechado en 2007.
2 «Cuando los captores miden el mundo real y lo convierten en datos que pueden ser leídos por las maquinas, la web geoespacial inversa este proceso, sirviéndose de datos digitales para aplicarlos a los lugares del mundo real. Fusionando los datos de diversas fuentes, las aplicaciones de la web geoespacial pueden por ejemplo mostrar la carta de un restaurante de una ciudad, con las informaciones necesarias para contactarlas y conocer además las opiniones emitidas por las críticas gastronómicas. Un servicio geolocalizado (LBS) va más lejos todavía de este concepto. En lugar de proporcionar las informaciones sobre un lugar geográfico requerido, un LBS determina automáticamente el lugar donde se encuentra el usuario y proporciona informaciones sobre la base de este dato. Para extender la aplicación descrita, el usuario geolocalizado puede ser informado sobre todos los restaurantes situados a una distancia dada del sitio donde se encuentra, así como del trayecto que debe seguir para ir allí».
3 On se reportera au blog de Francis Pisani.